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Agresión reactiva y proactiva: ¿son realmente factores distintos?

Muchas veces nos preguntamos cuáles son los motivos que llevan a una persona a agredir a otra y por qué, ante ciertas circunstancias, unas personas agreden y otras no. En la literatura científica se ha diferenciado entre dos tipos de reacciones agresivas. La agresión reactiva se refiere a respuestas o reacciones ante una provocación o amenaza percibida y suele tener un importante componente emocional e impulsivo. Por otra parte tendríamos la agresión proactiva que suele tener una motivación instrumental, dirigida a hacer daño a los demás de manera intencionada.

A pesar de que la distinción entre agresión reactiva y proactiva ha sido ampliamente aceptada desde un punto de vista teórico y justificada a partir de estudios centrados en variables, todavía quedan algunas preguntas sin responder con respecto a su utilidad práctica. ¿Es posible identificar a personas que sean predominantemente reactivas o proactivas o, en su lugar, ambas funciones agresivas coexisten en la mayoría de los individuos y se diferencian en la severidad con la que se presentan las motivaciones agresivas? Hemos tratado de responder a esta pregunta en el artículo “Distinctiveness of reactive and proactive aggression from a variable and person-based approach in juvenile offenders and community youth» (Maneiro, Argudo y Gómez-Fraguela, 2022), publicado recientemente en la revista Child Psychiatry and Human Development. Para ello, hemos contamos con la participación de 231 adolescentes con medidas judiciales por haber cometido algún delito y 321 adolescentes de población general.

Los resultados del estudio confirman la distinción entre la agresión proactiva y reactiva, relacionándose cada una de ellas de forma diferencial con otras variables contempladas en el estudio. La agresión reactiva presenta una mayor relación con distintas medidas de impulsividad, mientras que la agresión proactiva se relaciona más rasgos psicopáticos como la grandiosidad o la dureza emocional y también con una mayor implicación en conductas antisociales. Estos resultados apoyan la consideración de la agresión proactiva como indicador de un mayor riesgo de implicarse en conductas delictivas y antinormativas.

Pero en el trabajo no se pudo identificar un grupo de sujetos con agresión proactiva pura. Al identificar los perfiles de adolescentes en función del tipo de agresión que manifestaban encontramos tres perfiles:

1) baja agresión, con niveles bajos en ambos tipos de agresión;

2) agresión reactiva moderada, con niveles moderados en agresión reactiva y bajos en agresión proactiva y

3) agresión mixta, con niveles altos tanto en agresión reactiva como proactiva.

Creemos que estos resultados, además de su valor para la evaluación del riesgo de la conducta delictiva en adolescentes, tienen importantes implicaciones para el ámbito de la intervención. El hecho de que la agresión proactiva no se produce sin un elevado nivel de agresión reactiva parece apuntar a que las intervenciones preventivas empíricamente fundamentadas para reducir la agresión reactiva y que se centran en fomentar en la infancia la capacidad de autorregulación emocional, también debieran ser útiles para reducir los niveles de agresión proactiva y reducir de esta forma el riesgo de los sujetos de mayor riesgo.

En esta línea estamos trabajando en el grupo Underisk con el proyecto EmPeCemos.

Puede acceder al artículo a través del siguiente enlace:

https://link.springer.com/content/pdf/10.1007/s10578-022-01479-5

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